LOS DESAPARECIDOS DEL CORONAVIRUS

«Tata Jesucristo» Francisco Goitia

En estos días algunos amigos están haciendo rituales discretos e íntimos para despedir a las personas que se están marchando con la epidemia, no es que sean más importantes que todos los seres humanos que se marchan cada día, pero lo están haciendo en un momento de transformación de la humanidad. ¿Tiene sentido hacer un ritual para ellos, un pensamiento, una oración?, creo que si, independientemente de los sentimientos y creencias religiosas que uno pueda tener, la oración, la meditación, la música, los buenos deseos en el corazón no estorban y podría ser que nos permita estar conectados y unidos en estos momentos históricos.
Especial recuerdo tienen las personas que se han marchado en soledad, sin la posibilidad de ser consolados, acompañados y acariciados por sus seres queridos; algunos de ellos ni siguiera han podido tener una despedida digna, un ritual, una honra fúnebre, un servicio religioso que sirva de consuelo para su familia, ellos más que muertos son desaparecidos a los que damos un lugar especial en nuestro corazón. Como dice Bert Hellinger: «Lo que más necesitan los muertos es una bendición. Una bendición en el sentido de que les deseemos el bien. Ya nada hay en nosotros que los retenga, que esperemos o incluso exijamos de ellos. Los dejamos marchar en paz y les deseamos con amor, que nada los retenga ya en este mundo, que lo puedan dejar todo atrás y miren hacia adelante, hacia algo grande, enorme, eterno, que los acoja para siempre en su protección, su paz y su olvido venturoso.
Esa bendición sólo puede venir de nosotros cuando estamos en paz con esa grandeza y permanencia, cuando ya hemos dejado atrás lo pasajero y nos comportamos como un mero huésped en la tierra: presentes y, no obstante, en camino.
Entonces esa bendición no viene de nosotros. Sólo fluye a través de nosotros, y los muertos, en vez de mirarnos y querer todavía algo de nosotros, miran hacia el origen de la bendición y se nutren de ella, y ella se los lleva lejos de nosotros, hasta el lugar donde todos encuentran sin distinciones su morada».

FOTO: «Tata Jesuscristo» Francisco Goitia

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