Suelo afirmar de manera irónica que una pareja son dos seres maravillosos que se hacen la vida difícil. En realidad, la pareja es una escuela de conocimiento y de humanismo, que a veces se tiñe de romance, de sexo, de economía, etc. Pero básicamente es una escuela para entender al ser humano.
Es evidente que la vida en solitario es mucho más fácil que la vida en pareja, sin embargo, la vida en pareja es más enriquecedora.
A la pareja llevas todo lo que eres, especialmente lo que has recibido de tu familia de origen, de tus padres, y ocurre con frecuencia que a la pareja le pedimos lo que en realidad anhelamos de los padres, de allí la máxima de la terapia familiar que dice: “los problemas de pareja suelen ser en realidad, problemas de familia de origen”, es por eso que muchas veces en las entrevistas con las parejas, les hago escribir sus quejas («no me escuchas, no me atiendes, no eres cariñosa conmigo, etc») y luego les pido que las repitan pensando en su madre.
Ocurre con frecuencia que la pareja se ha terminado y ambas partes se resisten a la separación. Pareciera que necesitan hacerse daño para justificar la retirada; ¿cómo saber si hay pareja o no?
Una pareja se sostiene en tres pilares y debe haber al menos dos para sostenerla.
- El primero incluye el romance, la pasión, el sexo.
- El segundo es la ternura, el cuidado.
- El tercero es la admiración.
Cuando no hay una pareja es posible seguir viviendo juntos, pero SABIENDO que no hay pareja. Porque curiosamente, en los negocios solemos hacer las cosas correctas: Diálogo, reflexión, decisión y acción. Cuando decidimos que haremos un viaje, no nos subimos -generalmente- al avión inmediatamente después de decidirlo, entre la decisión y la acción hay un paréntesis. En lo relacional en cambio solemos hacer las cosas al revés: Actuamos, luego nos planteamos decidir y queremos dialogar cuando ya es muy difícil.
El amor es una intimidad compartida: hay intimidad intelectual, física, familiar, afectiva, deportiva, etc. El ideal es que la pareja sea la persona con la que compartimos más intimidad que ninguna otra en el mundo.
Finalmente, a la pareja le podemos decir: “En el mundo hay muchas personas mejores que tú, a ti te digo que sí, porque la alegría de que existas es superior a mis fantasías” Es decir, que se requiere un gesto social, una metáfora fuerte para hacer saber al entorno que estás con una pareja. Por supuesto que el gesto social del matrimonio religioso o civil es la metáfora más intensa del compromiso, pero hay otras variantes. No suelo creerme el argumento de «no nos casamos -no hacemos un gesto social de compromiso- porque nuestro amor no necesita papeles»; en realidad, la mayoría de las veces el planteamiento que hay detrás -legítimo también- es el siguiente: «Estoy esperando alguien mejor que tú». Se puede estar en pareja sin estar casado, sin haber hecho un gesto social de compromiso, a sabiendas que en el fondo, se espera a alguien mejor.
El amor es el resultado de un equilibrio superior, y en el amor, el peor error sigue siendo NO COMETERLO.